Tengo 54 años, tengo hijos y 2 nietos y soy enfermera. Pertenezco a la Liga de Mujeres y Madres de Schoenstatt.
Por supuesto, como todo el mundo, fui moldeada por mi hogar y educación paterna, por el estatus de mi familia y la cultura. Pero lo que ha tenido el efecto más duradero es que mi personalidad ha sido formada e influida positivamente en Schoenstatt y su espiritualidad. Sobre todo, mi ser una mujer y mi ser así! En Schoenstatt, experimenté con ejemplos vivos, lo moderna y viva que es la fe en Dios. Y que como mujer, donde estoy y como soy, puedo moldear positivamente mi pequeño entorno. Eso me atrajo de joven y no ha perdido nada de su fascinación hasta hoy, aunque mi vida ha cambiado completamente varias veces.
Otra influencia fue la experiencia de fe en que Jesús murió por mi, por mi pecado personal, que soy perdonada y que se me permite comenzar una y otra vez, al igual que hay un nuevo día después de cada noche. Lo encuentro tan maravilloso, aunque sé que cometo los mismos errores una y otra vez.
A lo largo de mi vida he experimentado y vivido a Dios una y otra vez con diferente intensidad. Al igual que en la historia «Huellas en la arena», lo he sentido hasta hoy: Mi hogar paterno era conservadoramente católico. Establecimos fiel y regularmente todas las costumbres y sacramentos. Pero Dios estaba para mí en ese momento sólo en la iglesia. Dios sólo se hizo verdaderamente vivo para mí cuando conocí Schoenstatt y experimenté que Él quería estar presente cada día de mi vida. Pude experimentarlo tres veces – de forma muy clara e intensa – a la hora de tomar decisiones sobre mi camino en la vida. Fueron eventos tristes y a la vez alegres, porque después pude ver lo bien que Dios me quería y cuánto me amaba, aunque no podía entender su providencia en las situaciones en las que me encontraba.
Veo el desafío para las mujeres de contrarrestar la pérdida de valor y de la verdad a través de la vida. No toda la información que circula por el mundo y las diferenten mentalidades hoy en día es cierta. Y no todo lo que es verdadero y posible perdura en la vida. Si la mujer, al estar más cerca de la vida, se orienta hacia la verdad y la realidad de Dios y busca encarnarla de manera creíble, es una gran tarea y desafío.
Dios es amor y como tal es también misericordioso con nosotros los seres humanos. Quiero llevar esta conciencia y esta verdad a la gente a través de mi vida. Porque si todos fueran un poco más misericordiosos con su semejante y sus alrededores, cuánto mejor se vería esto en el mundo. ¡Y ya no tendríamos que hablar del cambio climático!