Elisabeth M. Helmich

43 años; Diplomada como Trabajadora Social y Pedagoga Social; Alemania
Señoras de Schoenstatt

¿Qué experiencias la han marcado como mujer?

Por cierto que las primeras experiencias se encuentran en mi niñez. Tengo una madre feliz de ser mujer y que vive su ser mujer conscientemente y con alegría. Ella y mi hermana mayor han marcado fuertemente mi imagen de mujer: en armonía con uno misma, aceptarse a sí misma, dar buena acogida a los demás, disfrutar la vida y estructurarla conscientemente, tomar sus propias decisiones y dejarse formar por la vida, por las demás personas y por Dios, para así encontrar y recorrer mi camino muy propio y personal en la vida.

A una edad temprana entré en contacto con Schoenstatt. Desde 1989 me acompañó y me marcó muy fuertemente la Juventud Femenina de Schoenstatt. En su espacio protegido pude desarrollarme plenamente como joven mujer. Durante la pubertad me había vuelto muy tímida e insegura de mi misma. Gracias a la comunidad y a las actividades en la Juventud Femenina pude llegar a tener confianza en mi misma y autoestima. Pude conocerme mejor y me experimenté aceptada así como soy. La experiencia de la “corona viva” en el año 2000 es para mi la experiencia fundamental de mi vida y también de mi ser mujer. Fue algo que me hizo crecer y comprender mejor el ser mujer de la Santísima Virgen. El desarrollo de entonces, hasta llegar a la “corona viva” dentro de la Juventud Femenina, es también una vivencia que me hizo y aún me hace crecer y comprender mejor el Fiat de la Santísima Virgen. Ella, que dijo sí a Dios en su vida, el sí para que Él pudiera actuar en ella, y que a través de ella desea ir al encuentro de las personas.

¿Dónde ha experimentado a Dios en su vida?

La primera experiencia de Dios también se encuentra en mi infancia. Los sábados en la tarde siempre íbamos a misa a la iglesia de nuestro pueblo. Con frecuencia ya estaba cansada y me acurrucaba en mi madre y me alegraba por la rica comida después de la iglesia. Después de eso teníamos siempre como familia una buena comida, tal como otros también lo hacen los domingos. Esto era para mi la esencia del cobijamiento, del amor: este entrelazarse de la misa con sus cantos y oraciones, de la bella atmósfera en la iglesia con la rica comida familiar que venía a continuación.

Mediante los encuentros en la Juventud Femenina pude experimentar a Dios de muchas maneras diferentes. Especialmente las horas de adoración nocturna en el santuario o en la capilla de la casa de Sonnenau, que era la casa de la Juventud, me penetraron en el alma y dejaron en mi profundas huellas de Dios. Antes de los escasos días de consagración hacíamos, la mayoría de las veces, adoración nocturna. Me gustaba tomar las horas cuando la noche era más profunda, entre el sueño y la vigilia. Este estar sola delante del tabernáculo abierto me conmovía profundamente cada vez. Esta soledad de dos con Jesús me regaló cobijamiento en el santuario. En algunas épocas inquietas de la juventud, estas horas ponían paz en el corazón.   A menudo trajeron calma a una profunda inquietud en mi camino de búsqueda, por lo menos hasta la próxima tormenta.

Y hoy, cada visita a un santuario es para mi una experiencia de Dios, un llegar a casa en los brazos de la Mater.

¿Qué desafíos ve usted para las mujeres de hoy?

Hoy es bastante difícil ser mujer y creo que hoy es mucho más difícil convertirse en mujer  que cuando yo era joven. Cuando veo a nuestras jóvenes del Movimiento de Schoenstatt me alegro y agradezco por la forma en que el Movimiento ofrece hoy un camino a las jóvenes para ser mujeres y cómo valientemente se pone este desafío.

Hay increíblemente tantas opciones para seguir cualquiera de mis inclinaciones y perderme de vista a mi misma y a mi ser mujer. Hoy en día todo es bueno, ¿en qué se puede aferrar u orientar uno todavía? Algunos ya no quieren hablar más de diferencias entre el ser mujer y el ser varón. Cualquiera puede ser cualquier cosa. Lo que para algunas personas individuales es ciertamente importante y correcto, se presenta a veces como si fuera lo normal. ¿Qué actitud tener ante la diversidad, ante lo transgénero, ante el “movimiento queer”…? ¿Cómo puedo querer ser completamente mujer si el sexo se reduce a una impronta de la sociedad o a una construcción social; si las identidades sexuales no deben separarse entre sí y su significado se pretende modificar constantemente a través de las relaciones de poder en una sociedad, tal como lo ve el “movimiento queer”?

Puede ser algo increíblemente liberador cuando se conversa en un grupo de mujeres que tienen los mismos sentimientos, sobre lo que significa ser mujer hoy. Y quizás leer y conversar juntas sobre textos de nuestro fundador, el P. José Kentenich, quien ya entre los años 1920 y 1930 rechazaba los estereotipos de los roles. Él hablaba de un “plus” de la mujer: “aquí solo puedo hablar de un fuerte “plus”; ya que todos los valores que tiene la mujer, los tiene también el varón. Pero también viceversa: se trata solo de un plus”. Mantiene firmemente la forma de ser original del varón y la mujer y en sus escritos y conferencias entrega mucha orientación sobre el ser mujer. Tales conversaciones y lecturas en común fueron inmensamente importantes en mi juventud para mi camino como mujer, y todavía lo siguen siendo.

¿Qué desea cambiar en este mundo, a través de su vida?

Mi profesión es mi vocación. Deseo que las personas a quienes encuentre, se encuentren con Cristo en mi corazón. Una pequeña jaculatoria que repito constantemente durante mi vida cotidiana es: “Jesús, toca el corazón de las personas a través mío”.

A través de mi vida, a través de mi vida cotidiana tan normal como imperfecta, la cual vivo con Jesús, quiero mostrar que Él está realmente aquí, en este mundo. Quiero recordárselo y darle la posibilidad de actuar en mi vida y también llegar a otras personas a través de mi vida.

“Nada es imposible para Dios” (Lc 1,37). Estas palabras del ángel en la Anunciación son constantemente para mi una promesa y un estímulo de que Dios quiere realizar y realizará grandes cosas con mi vida, incluso si no lo veo.

Mi deseo y mi aspiración es que las personas puedan sentir y vivenciar el amor de Dios a través mío: mediante una atmósfera benévola, a través de la amabilidad y el reconocimiento. Y que las personas de mi entorno puedan crecer y desarrollarse de tal forma que puedan descubrir en sí mismos la grandeza de sus vidas, y finalmente a Dios.