Elizabeth Robles Field

55 años, casada con Alejandro; tres hijos; farmacéutica de profesión; graduada de la Universidad de Costa Rica; gestora de calidad en una empresa familiar en donde trabaja junto a su esposo, Gerente General; con su marido son miembros de la federación de familias en Costa Rica.

¿Qué experiencias la han formado como mujer?

Uno de los factores determinantes que me formó como mujer fue la bendición de contar con un modelo ejemplar como lo fue mi madre: una mujer que se desenvolvió extraordinariamente en su rol de esposa, madre, profesional e intelectual, de fe activa, en una época difícil para la mujer en general.

Mi profesión como farmacéutica y la empresa que estableció mi mamá, que mi abuelo había fundado, me permitió ejercer y vivir el rol profesional tanto como el de mamá, atendiendo mis labores profesionales sin nunca sacrificar el tiempo y dedicación para mis hijos, pues me permitió especialmente estar con ellos.

Mi esposo también ha contribuido y me ha hecho más mujer, – si es que hay grados de serlo – para alcanzar la plenitud como persona. Él es mi fan, mi confidente, mi amigo, mi complemento, mi incondicional compañero de vida desde mis 17 años. Y en los últimos años es también mi compañero de trabajo, donde hemos compartido día a día la difícil tarea de entregarnos juntos para sacar adelante la empresa.

Y por supuesto mis tres hijos, es decir la maternidad y el encargo que Dios me confió de cuidar de esas tres vidas y que me hizo muchas veces reinventarme especialmente para enseñarles el camino de fe y ahora son para mí mis maestros en muchas áreas. Las diferentes comunidades que nos ha regalado Schoenstatt. Por último, muchas personas que he tenido el privilegio de conocer, convivir y compartir a lo largo de mi vida, mi hermana, mi hija, mis dos hijos, mis amigas, hermanas de curso, mi asesora espiritual, ejemplos heroicos que continuamente están desafiándome y enseñándome desde el campo culinario hasta lo profesional e intelectual.

¿En qué punto de su vida ha experimentado a Dios?

He recorrido 13 años de la mano del padre Kentenich en esta su tierra de Schoenstatt, sintiéndome su hija predilecta. Hoy, por la manera en que se han manifestado en distintas épocas de mi vida, podría decir que he experimentado a Dios a través de tres Marías: la María del Adorno, la María del Rosario, y la María de la Alianza.

 La María del Adorno.

Cuando nuestros hijos estaban muy pequeños, mi mayor incertidumbre era si sería capaz de educarlos para que fueran hombres y mujeres de bien, exentos de los males de la sociedad. Empezamos a asistir a un grupo “ecuménico”. Ahí tuve un encuentro kerigmático con Jesús, que transformó mi vida para siempre. Me enamoré de Él, de su Palabra y confié que El iba a educarlos por mí. Tomé con gran responsabilidad y pasión el encargo de trabajar con todas mis fuerzas para que mis hijos fueran hombres y mujeres de fe, y que sus vidas se centraran en Él.

María estaba presente en mi vida en El Portalito de Navidad, o en la postalita guardada en una gaveta. Era un adorno digno, de mucho simbolismo y que hacía más bello el lugar …pero era un adorno más. De esa época tengo muy buenos recuerdos y personas a quienes admiro mucho. Sin embargo mi esposo Alejandro y yo tomamos la difícil decisión de separarnos del grupo, pues nos dimos cuenta que habíamos renunciado a casi todas nuestras prácticas católicas, por el mal entendido “ecumenismo”. Al salir de ahí, decidimos conocer más nuestra Iglesia y amarla incondicionalmente.

Y llegó Schoenstatt a nuestras vidas. Una época de pre-fundación en Costa Rica, donde había que ofrecer contribuciones al capital de gracias para construir “un santuario”. La Ermita en Villa Bonita de Tres Ríos fue testigo de los Tempranitos: diez años de muchas madrugadas ofrecidas para tener nuestro anhelado santuario.

Un amor profundo y ferviente empezó por el rezo del Rosario y se convirtió en mi arma de intercesión. La María del Rosario entró a mi vida por convicción, poco a poco me robó el corazón. Aunque durante esa época de ecumenismo nunca dejamos de asistir a misa como familia, me pesaba el que nuestros hijos habían crecido en la fe sin la Virgen María. Y por mucho tiempo tuve un profundo dolor en mi corazón por nuestro pequeño gran error y con el Rosario rogaba a la Virgen que lo enmendara de alguna manera. Y le pedía que fuera parte de su fe y que vuelvan a vivir en plenitud la fe católica.

Y de pronto llegó María de la Alianza, la María de la gran transformación. Y el padre Kentenich se convirtió en mi padre, me dirigió sabía y amorosamente y fue regalándome Los Chapeadores de María, la Alianza de Amor, el Ideal Personal, el ideal Matrimonial y una nueva comunidad de hermanos de Federación: los Fidelitas. Y Dios da a través de la Alianza un nuevo sentido y plenitud a mi vida – a nuestras vidas – porque en el camino la MTA con su suave violencia fue acogiendo alegremente a cada uno de nuestros hijos.

 Y esas tres Marías se transformaron – como sucede con la luz a través de un prisma – en 3 pequeños grandes ideales para mi :

La del Adorno que me inspira al de la Anunciación, a ser instrumento de los que Dios me confíe y “pasen” en mi camino; la del Rosario en el Canaán que intercede, reza y confía por los otros; y la de la Alianza la que acoge y espera al Espíritu Santo y con fuego nos envía al mundo, Pentecostés de cada día.

¿Cuál es el desafío que ve para las mujeres hoy en día?

Un comentario interesante de un filósofo dice que si uno quiere evaluar el estado moral de una sociedad, primero debería de estudiar a la mujer de esa sociedad: así tendría un buen indicio de su estado. La mujer es la constructora y eje, piedra fundamental en la sociedad. La salvación de la humanidad, es decir Cristo, “pasó” por medio de una mujer. Como madres, esposas y profesionales tenemos en nuestras manos a los hombres y mujeres que conforman la sociedad, ellos “pasan” por nuestra vida. Como bien se deduce de la Santa Biblia, las mujeres podemos ser instrumento para de bien o de mal. Si nuestros ojos se dirigen a María, será el modelo ideal que necesitamos para lograrlo. Nuestro desafío es estar conscientes de la responsabilidad y el poder que ejercemos especialmente en nuestro núcleo familiar, nuestros hijos pero no menos importante en el campo profesional, para ser piedra de tropiezo o canal de bendición, de la capacidad de formar, dirigir e inspirar hombres y mujeres que sepan soñar y volar tan alto como Dios lo permita, y puedan ser puentes para el cielo o lo contrario. Tenemos la clave en nuestras manos y las luchas que actualmente enfrentamos como sociedad.

“Que ninguna vida pase por nuestras manos, sin que como María seamos instrumentos de bendición”

¿Qué desea cambiar en este mundo a través de su vida?

Quisiera que pudiéramos llegar a conciliar las diferencias que existen entre cristianos católicos y todas las demás denominaciones. Los cristianos que crecen lejos de la fe católica se pierden la gran riqueza de nuestra iglesia. Me permito una analogía – con todo respeto para quienes no lo han vivido así por diversas circunstancias: hay personas extraordinarias que provienen de  familias en que solo ha estado presente el papá o la mamá. Pero eso no quiere decir que el ideal para el niño sea crecer así, sino como Dios nos pensó, con un buen padre y una buena madre. En eso consiste la maravillosa diferencia y la gran riqueza y sabiduría para quienes crecen cerca o lejos de nuestra querida Iglesia.

Quisiera – unidos en el Espíritu Santo – predicar el evangelio seriamente a aquellos que realmente no conocen a Cristo y a María. En una primera iniciativa, lograr la unión de nuestras fuerzas apostólicas internas de iglesia, convocando los carismas de los diferentes movimientos y parroquias en las Rondas de Comunión y Participación en todas las diócesis del mundo. Y posteriormente unir todas las demás denominaciones cristianas para la evangelización del mundo y así lograr el tercer fin de Schoenstatt como nuestro querido padre Kentenich lo pensó y soñó.

“La CAU dejó de ser un sueño: El modelo de las Rondas es un regalo de Schoenstatt para la iglesia y puede llegar a impleméntese en todas las Diócesis del mundo.”