Evadne Ann Kortje

Nacida en 1975 en Sudáfrica, soltera. Licenciada en Arte y  Derecho por la Universidad de Stellenbosch. 2000 Fiscal en George Magistrate’s office, 2007 Fiscal en Ciudad del Cabo. Es miembro del Movimiento de Schoenstatt en la rama de Mujeres Profesionales de Ciudad del Cabo.

¿Qué experiencias te han marcado como mujer?

Haber sido educada por mis padres católicos y profundamente creyentes. Me estimuló su incansable servicio a la Iglesia y a la parroquia. Cuando fuimos creciendo, mis padres frecuentemente nos tenían que dejar solos por las tardes durante la semana para asistir a unas reuniones de la iglesia:  de la Legión de María y a clases de catecismo. Esta experiencia, desde luego, me marcó siendo yo también más adelante catequista y miembro del consejo parroquial. Dentro de la comunidad eclesial vivo de mi fe y enseño lo que más valoro en este mundo: esta fe.

Tenía sólo doce años cuando mi hermano mayor Alfonso murió; lo que hizo surgir en mi alma la esperanza y el anhelo por la vida eterna. Al expresarme los demás sus condolencias, les respondía que no se preocuparan porque un día volvería a ver a mi querido hermano en el cielo. Desde ese momento comenzó para mí una vida llena de esperanza, y lo que movía todas mis acciones era la certeza de llegar a vivir una vida eterna junto a Dios. Cuando fui a la universidad, mi fe se consolidó aún más. Estaba sola; Stellenbosch era una ciudad desconocida para mí y la gente que yo iba conociendo, no siempre compartía mis convicciones. Lo único que en ese entonces me era familiar eran las celebraciones litúrgicas de la misa dominical. Saber que mis padres a una distancia de 450 kilómetros también comulgaban era para mí un consuelo. Pero fue precisamente en este lugar y a partir de mi Confirmación, cuando el Espíritu Santo realmente se manifestó.  Después de mis estudios volví a George donde durante un año entero estuve en paro a pesar de tener dos títulos universitarios. Los últimos tres meses de ese año  trabajé un tiempo en el recién inaugurado McDonalds de George. Aún teniendo una muy buena formación trabajaba como camarera en el mostrador y en el Drive-Through. Este trabajo me dio la oportunidad de practicar mis habilidades de persuasión. Durante ese tiempo aprendí la humildad. También aprendí lo que significa la igualdad de toda persona, independientemente de su formación o procedencia. Cuando comencé a trabajar como fiscal en el Tribunal de Magistrados de George, tuve el privilegio de vivir de nuevo con mis padres. Asistir juntos el domingo a misa era para mí tan importante como poder respirar. Mi padre era el único lector en la Santa Misa. Esto me impulsó a ayudarlo. Lo que después se convirtió en una costumbre. Él leía la primera lectura y yo la segunda. Ahí me convertí en ministra de la Palabra; una labor que aún hoy sigo realizando. Mi traslado a Ciudad del Cabo profundizó mi fe;  también ahondó mi dependencia y confianza total en la intercesión de la Virgen. Estas son solo algunas de las experiencias que me han convertido en una mujer de fe, esperanza y amor.

¿Cuándo has experimentado a Dios en tu vida?

Ya he mencionado la muerte de mi hermano. Aunque fue una experiencia especialmente difícil, Dios, en su misericordia, me hizo más fuerte en mi fe. La forma en que como familia tuvimos que aceptar su muerte, nos regaló una nueva conciencia de la omnipotencia de Dios.

En un juicio, Dios me regaló experimentar su actuar  misericordioso cuando se estaba sentenciando a un hombre que había abusado sexualmente de su sobrina por un largo período de tiempo. Después de que el juez pronunciara la sentencia, el acusado quiso hablar con su sobrina. Ella era todavía menor de edad; su tía y yo estábamos presentes. Este hombres pidió entonces a su sobrina que le perdonara y  ella lo hizo. Enseguida la niña comenzó a llorar rompiendo casi en sollozos. La situación era tan emotiva que también a mí se me llenaron los ojos de lágrimas. Sentía como la misericordia de Dios estaba actuando. La niña perdonó a su tío el grave delito que había cometido.

El 17 de abril de 2020, después de trece años, recibí un ascenso. Por falta de fondos, algo así era prácticamnte imposible para nuestro organismo gubernamental.  Sé bien que ha sido Dios quien me ha regalado su gracia y misericordia con este ascenso. El apoyo incansable y las oraciones de mis hermanas de grupo de Schoenstatt, así como el de las Hermanas de María de Villa María y Constantia, me regalaron experimentar la presencia de Dios en mi profesión, que es mi vocación.

¿Cuál crees que es el desafío para la mujer en el tiempo actual?        

Aceptar la personalidad individual de cada persona, tal como es. A menudo soy criticada por mi religión, mi estado civil, mi ciudad natal e incluso por mi lengua materna, el afrikáans. A menudo también yo caigo en lo mismo, cuando aconsejo a otras mujeres a seguir mis convicciones.   Cuando aconsejo a los jóvenes tengo que tener también siempre mucho cuidado de no herir su individualidad.

¿Qué quieres cambiar a través de tu vida en este mundo?

Quiero vivir una vida auténtica, la vida que Dios ha querido para mí, Evadme. Como hija, hermana, tía, catequista, ministra de la Palabra y jurista, quiero erradicar la injusticia y un comportamiento injusto en mi familia, la Iglesia y toda la sociedad. Para ello quiero abrirme a la conducción del Espíritu Santo. Recuerdo que una vez le comenté a la Hna. M. Joanne mi disconformidad con la absolución de una acusación que yo había llevado. Sr. M. Joanne me escuchó y luego me animó a permanecer fiel a mi vocación luchando por la justicia.  Por ello quiero seguir rezando por los demás y actuar con bondad, aunque solo sea con palabras de aliento, y promover así, con mi vida, la justicia, la equidad y la igualdad en toda la creación. Quiero vivir una vida que refleje mi Alianza de Amor con la Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt.