Geni Maria Hoss

Geni Maria Hoss (1961), nacida en São José do Cedro, Santa Catarina (Brasil), es licenciada en teología por la Pontificia Universidad Católica de Paraná, en Curitiba (Paraná), y tiene un doctorado en teología con énfasis en bioética por la Facultad EST, en São Leopoldo (Rio Grande do Sul). Ha publicado un libro y varios artículos científicos sobre el tema de la bioética: la ética en el debate sobre cuestiones de la vida humana y el cuidado del medio ambiente a la luz de la fe cristiana. Profesor de bioética en cursos de teología. Es experta en libros académicos de teología y bioética. Es traductora y miembro de la comisión de Movimientos, Asociaciones y Servicios Eclesiales de la Iglesia Católica en Brasil.
Federación de Mujeres de Schoenstatt

¿Qué experiencias marcaron su vida como mujer?

La primera experiencia que me marcó como mujer fue en el contexto de la tradición familiar. De acuerdo con la costumbre, la conquista de la autonomía iniciada temprano, naturalmente cuando esto era posible para un niño y adolescente. En el ambiente de las familias católicas estaban relacionada al día de la Primera Comunión, que incluía una especie de rito de pasaje para una fase de la vida más autónoma. Este hecho fue aún más relevante por vivir, en la época, en la frontera entre dos países (Brazil/Argentina), región declarada zona de seguridad por los regímenes totalitarios locales. La consecuencia era mirar para el futuro poco prometedor en un espacio controlado directamente por el gobierno central, como adolescente seguí el camino de la mayoría de los jóvenes de la región que dejaban su casa para continuar estudios en otras ciudades. Y justamente esa decisión, me confrontó con la realidad que me aguardaba como mujer. Ella abría la diferencia entre niños y niñas que aún no había percibido en relación al futuro. Si de un lado las chicas eran princesas de la casa y por eso recibían mayor atención pata resaltar la belleza personal, por otro lado, los chicos eran más valientes y era natural que pudiesen seguir un camino propio. Comenzó la primera lucha por mi derecho como mujer de decidir mi propio futuro. Aún adolescente, salí de casa para estudiar en otra ciudad, y mi familia sufrió la carga social de ser irresponsable por estar de acuerdo con mi decisión, porque chicas tan jóvenes no conseguían dar la vuelta solas en la vida. Fue en este cambio que conocí el Movimiento de Schoenstatt que fue muy importante tanto por el apoyo como por su espiritualidad. Junto con la vivencia de la espiritualidad, aprendí  a asimilar el valor y la misión de la mujer, lo que fue muy importante en la escuela, respecto de los estudios y de las actividades profesionales y, sobre todo, de un proyecto de vida en el sentido de una misión personal singular en el mundo de hoy. 

La conciencia de mi misión personal, me ayudó a defender la aceptación del ser de la mujer con su camino propio, en ambiente distintos – como en el sector administrativo de una gran fábrica, como en el ambiente universitario y eclesial, particularmente en debates del diálogo de teología con la bioética. En mi experiencia como mujer me di cuenta que aún hay mucho para conquistar para que las mujeres sean aceptadas en su modo propio de ser y que la mayor conquista será la harmonía, equilibrio y respeto recíproco entre hombres y mujeres. En la realidad percibo que las leyes con respecto a la violencia contra la mujer no son suficientes. La mujer luchó y lucha por su dignidad, mas fue olvidado en este proceso que se trata de un problema social arraigado y complejo que se supera en un proceso largo y constante. 

¿En qué puntos de su vida experimentó a Dios?

No puedo decir que mi experiencia de Dios algún día tuvo o tiene algo de extraordinario. La vida simple  de lo cotidiano me hace experimentar como Dios está presente en todas las horas de mi vida. 
Mi experiencia de Dios hoy es fruto de una caminata de fe. Inicialmente fue marcada por la fe de pueblos simples que, en mis primeros años de vida daba prioridad un Dios más justo que misericordioso. Por eso aprendí que hacer las cosas bien, para merecer el amor era fundamental. 
La Alianza de Amor me ayudó a encontrar un nuevo modo de relacionarme con Dios. Aprendí a confiar, con mucha serenidad en la conducción de la Divina Providencia, sin imponer condiciones a Dios. Muchas cosas fueron bien diferentes de lo que yo había pensado, pero ahora mi fe me dice que está en el plan de Dios. Confío en Dios, puedo hasta manifestar mis deseos, quedando siempre abierta para que Dios haga sorpresas. Cuando recuerdo la frase de Jesús, “¡Mas no se haga mi voluntad sino la tuya!”, esto me da fuerzas y paciencia para recorrer aquel camino que Dios previó para mí. No hago promesas, pero si ofrezco mi esfuerzo de autoeducación y siento mucha gratitud, porque consigo ver a Dios en las pequeñas cosas de la vida cotidiana y esto me basta. 

¿Cuál es el desafío que ve para las mujeres hoy en día?

En mi opinión uno de los mayores desafíos es que la mujer sea reconocida en su propio modo de ser mujer. Si ella no tiene conciencia de eso, ella puede convertirse en esclava de determinaciones sociales que condicionan su reconocimiento a la capacidad de adaptarse a una sociedad masculinizada. La delicadeza y la sensibilidad humana, por ejemplo, no son incompatibles con la gestión y actuación en instancias de decisiones con grandes impactos. Por lo contrario, son estos ambientes los que precisan de la presencia de la mujer. Es un gran desafío reconocer y promover espacios de compartir entre hombres y mujeres con el reconocimiento de la contribución de todos para el conjunto. 

También es un gran desafío para las mujeres de hoy en día en el campo de la vida humana. Hay grupos de diferentes esferas que se proponen ayudar a conquistar el espacio que le corresponde a la mujer en la sociedad. De hecho, han logrado llamar la atención de los gobiernos y de sus colegas femeninos sobre un gran proceso de cambio. Sin embargo, también están aquellos grupos que, con un discurso bien articulado y con expresiones de impacto, presentan sólo proposiciones de vida listas para que las mujeres las sigan, si quieren ser modernas. En este contexto, se necesita mucha fuerza personal para decidir, precisamente, por el ideal de vida que lleva a la autorrealización como mujer.

Teniendo en cuenta el fuerte impacto de las narraciones y las condiciones familiares y financieras desfavorables en las que se encuentran muchas mujeres, las decisiones en el ámbito de la vida no siempre pueden considerarse, como decisiones libres y conscientes. El desafío es tener un amplio debate y formación que permita una respuesta propia, nacida del «santuario de la conciencia» de cada mujer, de la pareja, basada en valores coherentes, y favorecer las condiciones familiares y sociales para que pueda realizarse.

¿Qué desea cambiar a través de su vida en este mundo?

Puedo soñar con grandes cambios en el vasto mundo, mas concretizar mis sueños,  yo puedo cambiar el mundo que me rodea y de acuerdo con los instrumentos que tengo a la disposición:
las motivaciones interiores que nacen de la vocación y sentido de la vida y la formación humana y profesional. Mis espacios de acción son grupos de estudio y debate sobre cuestiones de bioética y la participación en grupos de ayuda a personas vulnerables. Son ellos los que me ofrecen la gran oportunidad de hacer mi parte para cambiar el mundo. En el contexto donde actúo, se presentan hoy muchos desafíos en el área de salud y de la vida humana. Este campo no sólo afecta a las mujeres, sino que se apoya en la presencia masiva de mujeres que están al frente de proyectos de promoción y cuidado de la vida. El reto es promover el respeto a la dignidad humana en condiciones socioeconómicas desfavorables. Cambiar el mundo es, en este campo, concientizar las personas de su dignidad y de su derecho a ser respetadas. Esta actividad es para mí, la expresión concreta del Evangelio vivido y de la Alianza de Amor que incluye todas las personas que Dios coloca en mi camino y que necesitan ayuda en aquello que más puedo y sé hacer. 

Como el servicio a la vida puede ser ejercido tanto en la vida profesional como en la Iglesia y en Schoenstatt, entiendo que ésta es mi misión principal para cambiar el mundo.