52 años; Diplomada como Profesora de Música, investigadora de canciones; Alemania
Señoras de Schoenstatt
Espontáneamente me viene a la cabeza la expresión “ser hija”. Crecí en la casa paterna, con una madre fuerte y un padre más bien débil. Pronto dejaron el hogar los tres hermanos mayores. Yo, la menor, sigo ahí.
Participé en la Juventud de la parroquia local, en las excursiones de verano a las montañas con nuestro párroco.
Tocaba música en las misas juveniles. Toqué en una banda de música como la primera mujer que participaba en una agrupación de músicos de instrumentos de viento.
Conocí a Schoenstatt como hogar espiritual primero como joven y luego, como mujer joven.
Descubrir y desarrollar la propia personalidad como algo único.
A lo largo de este camino, múltiples encuentros con mujeres que me fascinaron por su forma de vivir, porque irradiaban algo que atraía y que decía sí a la vida;
otras, de quienes quería distanciarme, porque me parecían estrechas y descoloridas
Dos experiencias.
Nuevamente puedo pasar un par de días con ella – ¡Qué bien hace! La casa está en medio de la naturaleza. Prados y bosques. Cerca, la pequeña capillita. Buenas conversaciones, un encuentro que claramente fue un regalo. La mujer ya mayor y con experiencia de vida vive desde su centro, vinculada con Dios y, al mismo tiempo, tan con los pies en la tierra. Sin grandes palabras me transmite algo de un “Dios bondadoso”, vuelto hacia las personas, atento, que recibe sencillamente, que toma en serio, que ama, a quien llega ante Él.
Por primera vez buscaba a alguien que me acompañara espiritualmente. Me costó un poco la decisión de escribirle a un sacerdote, que había conocido en una jornada, para preguntarle si sería posible tener conversaciones regulares con él. Hasta hoy estoy agradecida de ese sacerdote, que ya falleció, por la experiencia de confiabilidad, que desgraciadamente mi padre no me pudo regalar. Esto fue para mi una experiencia divina de la fidelidad de Dios en la que podemos confiar.
Introducir el don de la motivación espiritual, del arraigo, como fortaleza especial de la mujer, irrenunciable para nuestro mundo de hoy.
Sobre este punto, nuevamente dos experiencias.
Una visita espontánea a un matrimonio amigo. La mujer había salido, pero regresaba pronto. El varón busca algo para beber mientras esperamos el regreso de su señora. Algo se siente diferente a lo habitual, ¿un poco más frío, poco confortable? Cuando llega la mujer, el ambiente se transforma con un par de toques: enciende una vela, apaga la luz grande y enciende un par de lámparas pequeñas…
Ella se ha convertido en interlocutora para muchos. Los primeros 50 años de su vida fueron todo menos algo fácil. Crisis en la relación, crisis en el trabajo, experiencias de limitaciones físicas y espirituales. El sufrimiento experimentado se ha convertido en un tesoro especial del que ella ahora se nutre y comparte con otros.
A esta pregunta quisiera responder con el texto de una canción que nació para el tema del Congreso de la Mujer de 2003 en Schoenstatt.
Tu carisma cuenta para el futuro de este mundo, para que sea digno del ser humano.
Tu carisma cuenta para el futuro de nuestro mundo, para que el Espíritu de Dios pueda actuar a través de nuestros dones.
Hoy comienza el mañana.
¿Ayudas a tejer la alfombra de humanidad?
Cada hilito cuenta
allí donde existe un suelo desnudo y sin nada
y falta el calor.
En lo inhóspito surge hogar,
fundamento cálido que sostiene.
¿Ayudas a pintar en el cuadro de la humanidad?
Cada pincelada cuenta
allí donde existen paredes estridentes, frías y falta la verdadera alegría.
Juego de colores en el desconsuelo,
surge un espacio vital.
Canta tú también en el canto de la humanidad
para que atraiga a amplios círculos.
Canto que hace vibrar nuevamente la dignidad de la vida:
“eres valioso y amado”.
Sonido maravilloso en el bullicio del tiempo,
que vivifica y libera.
Elegida por Dios, María, como su camino hacia el mundo.
Acompáñanos a través del tiempo, para que surjan puentes
de corazón a corazón, para que surjan relaciones
movidas por el Espíritu de Dios:
Veni spiritus, veni.
Tu carisma cuenta para el futuro de este mundo,
para que sea digno del ser humano.
Tú eres quien cuenta para el futuro de nuestro mundo,
para que el Espíritu de Dios pueda actuar a través de tus dones.
Hoy comienza el mañana.
[T y M: G. Wackerbauer (VdHG & Co…); Texto inspirado por el tema del Congreso de la Mujer en Schoenstatt del 3 al 5 de octubre de 2003: “Tu carisma para un futuro digno del ser humano”]