Nacido en 1959 en Ecuador; cinco hermanos; Abogada de profesión; desde su juventud ha viajado a muchos países y ha aprendido varias idiomas; participó varios años en la Dirección de la Provincia chilena; trabaja con distinats ramas del movimiento en varios países y en la coordinación national y continental del movimiento de Schoenstatt; accompaña projectos sociales; asesora en colegios de la comunidad; artista de acuarela con propria edición.
El amor incondicional de mis padres y hermanos. En mi adolescencia, me formó la agudeza de mi madre que me condujo a Dios y a lo bueno, respetando mi libertad, sin que yo me dé cuenta. Me formó ser valorada por mis amigos y por las Hermanas cuando llegué como aspirante. En la comunidad, me formó la vivencia de ser familia. Fue como llegar a un nuevo hogar, no a una institución ni a un edificio, sino a una familia, con nuevos padres y hermanos.
También me formó el dedicarme a las personas en variadas formas. Cada una es una escuela. Es maravilloso experimentar Familia con mujeres, hombres, matrimonios, jóvenes, padres, en los equipos de Schoenstatt, sirviendo una rama o preparando un jubileo o con una federación. Allí he saboreado intensamente la alegría del amor (¡Amoris Laetitia!). Al construir juntos, no sólo teorizamos sobre la solidaridad, sino que la gozamos en toda su belleza. Cuántos momentos preciosos atesoro con quienes pusimos una piedra en esta magnífica Obra. Es una alegría que no pasa.
Y me han formado las pruebas, los obstáculos que tuve que vencer: el mucho trabajo, o cuando sin experiencia tuve que armar mi ritmo diario con la juventud o con hermanas u otras personas. Viví crisis de salud en que casi morí. Y tengo horas de desvalimiento cuando no sé por dónde empezar a responder a los requerimientos acumulados. Entonces pido a Dios: Ayúdame y tranquilízame. Y resulta.
Tan firme es esta formación que me permite ir segura por el mundo. Me ha tocado viajar bastante, sola, compartiendo con desconocidos.
Al estar tan ‘atraída’ por mi Familia y mi misión, lo mundano no me atrapa aun siendo tan humana como cualquiera. Esta seguridad viene de Dios que me regaló una Familia tan magnética.
Mi vínculo a Jesús es mi roca. Me siento como Juan, su discípula amada. Tenemos un trato muy cercano. Él me ama incondicionalmente. La MTA y el PK también. Pero eso no habría bastado si mi comunidad no fuera un hogar cálido, hermoso, de primera.
En la infancia, en el corazón de mis padres. Los cantos de adviento y navidad, junto a mis 5 hermanos. Desde pequeña cantábamos en diciembre, casi cada día. Eso penetró mi alma. También las imágenes de María y Jesús en la casa y en mi pieza.
He experimentado a Dios en muchos: en personas que me acompañaban en mi camino personal, en el P. Kentenich. En el santuario, en la Mater, mi madre ‘todo terreno’.
Experimenté mucho a Dios cuando sentí dolor. Como hermana muy joven aún no sentía hogar por estar recién llegada a las hermanas. Captaba que era una ‘familia’ pero no sabía si yo llegaría a ser un ‘pájaro en su nido’. Y comprendía que sin eso me faltarían las fuerzas. Había sido muy independiente. Tenía incertidumbre, me sentía en el aire.
Di el salto a los brazos amorosos del Padre Dios, confié que Él lo haría posible. Al persistir en mi ´sí´ aún sin garantías, experimenté una alegría que nada me ha podido quitar. Aunque es satisfactorio saber que algo resultará, no hay nada como saltar a algo inseguro que te pide Dios, confiando en su ayuda. Lo hice porque experimenté que Jesús me decía: Yo estaré contigo siempre y tendrás hogar. Y ¡qué impacto! Él nunca, ni un instante, me ha dejado sola. Me ha dado todo. Ha suplido sobreabundantemente lo que yo no podía. Por eso sé que hasta mi muerte tendré todo lo que necesito. Porque quién me lo prometió nunca me ha fallado. Yo sí a veces le fallo. Pero Él no. Esta es la inmensa y secreta felicidad de mis horas.
Tengo días con miles de regalos. Y también horas difíciles, incomprensiones, pérdidas. Es el gozo del amor, de tener un super nido, lo que me hace demasiado feliz.
Poseer un nido, conservarlo, embellecerlo y DARLO. Un nido en la tierra y el cielo, hace a la mujer dichosa y fuerte, sea joven o mayor, pobre o rica, guapa o no agraciada.
Tener un nido es tener personas que te aman y tú amas con todo el corazón. Y tener una misión que valga la pena. ¡Una misión también da hogar, familia! En muchos casos, el nido terreno son los padres, hermanos, amigos, un novio o marido, hijos, nietos, una comunidad. Con ellos proyectas valores y emprendimientos. En otros casos, ese nido serán tus interlocutores en tu misión, vida laboral, en tu parroquia o en tus ‘años dorados’.
La familia es el nido por excelencia, se posee y se construye para otros. Si está completa ¡divino! Pero sigue siendo nido cuando no lo está. Ni siquiera quien vive solo carece de nido pues Dios se lo regala de otra forma. A veces el nido está dentro de tu alma, cuando te sabes acompañada por Él y su Madre, o por quien te ama. Siempre se puede cultivar relaciones, construir una “familia ampliada”. Podemos crear nidos, donde estemos. Incluso si una persona te falla, hay millones que agradecidos recibirán tu cercanía.
La mujer necesita esta fuerza del amor. Es un desafío porque el mundo nos exige ser multitask. Además, la fragilidad de otros dificulta el apoyarte en ellos. Encima se quiere evitar que se opte por la familia y la fertilidad. La familia se reduce a la mínima expresión. Pero la mujer ha de amar para ser feliz, venciendo el narcisismo y el agotamiento crónico.Me gusta cómo las mujeres que llegan a Schoenstatt van encontrando un nido firme.
Qué muchos sientan lo que prometió Jesús: Estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt, 28, 20). Quiero cambiar la soledad en compañía. Partiendo por Jesús que dijo que los zorros tienen madrigueras, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Deseo ser su compañía, que tenga alguien que esté para Él. Y estar junto a las personas, para que sientan que tienen dónde apoyarse.
Me gusta ser personal, crear relaciones cercanas, cálidas, pequeños nidos. Del más diverso tipo e intensidad, desde un saludo cariñoso hasta una relación fraterna muy fiel. Trato de estar en momentos importantes. Y dar tranquilidad evitando antagonismos, para no perder tiempo en lo que separa sino en lo que une. Estoy en esta lucha que me fascina porque así ayudo al mundo a retornar al corazón de Dios.