Hilda Pagan

Nació en 1933 en Puerto Rico. Cuando tenía cinco años su padre abandonó su familia. Después de sus nupcias con su marido Jesús María residieron en los Estados Unidos, donde conocieron al fundador de la obra de Schoenstatt. El Padre José Kentenich les asesoró personalmente. Dos de sus cuatros hijos murieron en su infancia. Después de su regreso a Puerto Rico su esposo fue ordenado diácono permanente. Se incorporaron a la federación de familias como generación de fundadores de Schoenstatt en Puerto Rico. Hilda Pagan es viuda desde el 2001. Actualmente resida en San Juan, Puerto Rico cerca de sus hijos.

¿Qué experiencias la han formado como mujer?

Viene a mi pensamiento la figura de mi mamá.  Fue ella la primera mujer que conocí intensamente; me cuidó con gran esmero y dedicación.  Me amó y protegió como su más preciada pertenencia.  Mi mamá me enseño la devoción a San Miguel, al Cristo de Limpias y a las Almas Benditas del Purgatorio. Tuve el privilegio de tenerla a mi lado hasta su partida a la eternidad. Con su ejemplo me educó, con su presencia me protegió.  Fue a través de ella que me fui acercando a Dios. Crecí con experiencias que me guiaban por el camino hacia Dios a través de personas únicas que aportaban sabiduría de niña y después de joven y adulta.

A los 23 años contraje matrimonio, el 21 de mayo de1960.  Mi esposo residía en Brooklyn, N.Y., Estados Unidos. Allí establecimos nuestra residencia a partir del 22 de mayo del mismo año. A través de una amiga de nuestro pueblo natal en Puerto Rico, conocimos el Párroco de la Iglesia Nuestra Señora de Pompeya, Padre Juan Luis Sartor, Palotino de Brasil. El Padre Juan nos condujo a la Mater, ella nos miró y acogió en su corazón maternal. Surgió en nuestras almas el anhelo de conocer y profundizar en la espiritualidad de Schoenstatt. Un nuevo mundo se abría ante nuestras almas juveniles y entusiastas.

Dos años más tarde viajamos a Milwaukee, Wisconsin para conocer al Padre José Kentenich, fundador de la Familia de Schoenstatt. El encuentro con el Padre Kentenich marcó nuestras vidas para siempre, hizo presente ante nosotros al Dios de la vida.  Entramos en un mundo de enseñanzas y vida espiritual nueva.  Conocimos la felicidad que brindan los caminos hacia Dios.  Fuimos creciendo en conocimiento, vinculación, presencia, amor infinito, cercanía y filialidad con Dios Padre y el mundo sobrenatural; encontramos la armonía perfecta.  Solo en Dios encontramos la armonía perfecta para nuestro pequeño mundo interior.

En mis etapas de esposa y madre tuve grandes dolores. Dos de mis cuatro hijos lucharon hasta morir a la edad de cuatro años.  Juan Carlos de San Gerardo murió en Milwaukee en el año 1967 y Teresita de María Fiatis en Puerto Rico en el 1969. Otros tres embarazos no llegaron a feliz término.  Con las enseñanzas recibidas pudimos luchar con el ejemplo de la Mater.  Posteriormente, mi esposo enfermó y lo cuidé por varios años.  Recibí la fortaleza de Dios y la Mater para poder proporcionarle el mejor cuido posible.  Fueron etapas muy fuertes.  Por la gracia de Dios pude aceptarlas y ofrecerlas por nuestra Misión.

En todas las etapas de mi vida Dios ha estado presente.  Se me hace fácil encontrarlo en mi vida porque aprendimos a luchar por encarnar al Hombre Nuevo para que surja La Nueva Comunidad. Nuestra fidelidad a la misión que nos encomendara el Padre permanece por la gracia de Dios.

¿En qué puntos de su vida ha experimentado a Dios?

El Amor providente de Dios Padre ha sido patente en todo acontecer de mi vida. Desde temprana edad participé activamente en la parroquia, pertenecí a las Hijas de María.  Dios me proveyó amigas de la escuela que compartían mi fe.  Desde la escuela visitábamos la Iglesia de la parroquia.  Dios me regaló un “ángel”, una mujer que resultó ser custodio de mi vida espiritual.  Me condujo espiritualmente por cinco años.

La Divina Providencia me llevó a conocer al Padre José Kentenich (en adelante el Padre), quien en adelante me trató como a una hija, y a quien siempre consideré un Padre, mi padre. El Padre, con su Paternal corazón supo conquistarme para el servicio a Nuestra Reina e insertarme de lleno en la Alianza de Amor con nuestra Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt. Tengo el privilegio de haber sido educada y formada por el Padre personalmente.  Logramos establecer residencia en Milwaukee. Toda nuestra vida en Milwaukee fue un continuo experimentar a Dios en nuestra vida, nuestro Santuario Hogar Magnificat, bendecido por el Padre, donde tantas veces le recibimos ha sido la columna de sustentación de nuestro hogar.

De la mano del Padre, toda nuestra vida fue transformándose.  Teníamos seguridad, no había problemas, ya no conocíamos la soledad.

Sentíamos a Dios a nuestro lado.  Reconocíamos su presencia.  Llegamos a ser parte del mundo espiritual de la Divina Providencia,

y a saber que Dios está siempre a nuestro lado.  Cuando se aprende a tener el oído en el corazón de Dios, se hace fácil caminar por el

camino de Dios.  En momentos difíciles recibimos las señales para hacer lo correcto.  Mi amor por Dios Padre, Espíritu Santo, Jesucristo y la Santísima Madre María lo cultivo desde mi niñez.  Mi contacto personal con Dios es el que mantiene mi vida en control.  Las dificultades que llegan sé cómo canalizarlas y tengo la confianza de que puedo depender del Dios personal que sabe lo que me conviene.

¿Cuál es el desafío que ve para las mujeres hoy en día?

La Imagen de la mujer se ve sujeta a cambios minuto a minuto conforme van surgiendo tendencias en supuesta búsqueda de la felicidad y la satisfacción personal que le mueven a alejarse del ideal para el cual ha sido creada. Constantemente la mujer busca estar al tanto de las nuevas tendencias en la moda, en el vestir y también en el actuar. En busca de libertad mal entendida, busca experiencias donde pueda sentirse independiente y dueña de su cuerpo y de sus actos. Su lucha constante por alcanzar la felicidad le han alejado de Dios y todo el mundo sobrenatural. Nada le complace cuando lo alcanza. Siente insatisfacción por su apariencia lo que continuamente la mueven al cambio de imagen con cambios superficiales que terminan defraudándola. Su falsa concepción de la libertad y la igualdad con el varón la encaminan a perder su femineidad. Se viste como hombre y actúa como hombre y mutila su cuerpo con aretes y tatuajes sin fin. La mujer ha llegado a perder el respeto de sí misma.  Su cuerpo es el instrumento de conquista, de atraer la atención.

La situación de la mujer en nuestro tiempo representa un desafío a nuestro tiempo y de forma particular a nuestra Familia de Schoenstatt. Estamos llamados a despertar en nuestras hijas la esencia del ser, así contribuiremos para que surja la mujer ideal. Despertar entre nosotros una corriente de vida que nos conduzca a nuestros orígenes. Descubrir nuevamente el Ideal para el cual nuestro Dios y Señor, nos ha creado. Como mujeres representar la imagen femenina que sea prototipo de la mujer ideal.  Seamos una pequeña María.  Es la Mater la que responde a nuestro llamado.  Solo Ella puede ser nuestra guía. Ser una pequeña María tiene la magia de llevarnos a un espacio en el que podemos ser ese tipo de mujer que vence los obstáculos, que no está formada en serie, es un original que no se repite.  Es una hija que por su fidelidad a Dios Padre se siente completa.

Gracias a Dios, no todas las mujeres enfrentan la situación planteada en la primera parte de la respuesta.  Su vida es otro desafío. Se trata de féminas con un alto ideal de pureza, honestidad y fe, que aspiran a un mundo en armonía y solidaridad. A ellas, el mundo no le ofrece seguridad ni medios para sentirse cómoda ante el ambiente hostil en el que viven.  Está en nosotros ser respuesta y acometer este desafío procurando proveer la educación, formación que la fortalezca y le dé acogida. Animarla, conducirla, protegerla y lograr en ella el nuevo tipo de mujer conforme su orden de ser.  En nuestro caso ese nuevo tipo de mujer lo encontramos en la Santísima Virgen María, la Mater.

Esta pequeña María va por el mundo con los pies sobre la tierra y su corazón en la presencia de la Trinidad, ese es mi vivir.

¿Qué desea cambiar a través de su vida en este mundo?

Quiero contribuir a que el hombre y la mujer de hoy tengan la oportunidad de conocer y experimentar la acción continua de Dios en su vida. De ello lograrse, el pensar, amar y vivir del ser humano sería un pensar amar y vivir orgánico. Se centrará en Dios y su pensar irá en pos de corresponderle a Dios y a la creación. Surgiría el amor, la solidaridad y la subsidiaridad entre todos los hombres. Las aspiraciones del ser humano se impulsarán a la santidad; para ello hemos sido creados, porque Dios es Santo y nos ha hecho a su imagen y semejanza.

Logremos que las relaciones del hombre sean fraternas y estemos dispuestos a llevarlos hacia las más nuevas playas.

Se animan … ¿Van conmigo?