Hna. M. Florence Harder

Hna. M. Florence Harder, nacida en 1987, profesional en fotografía, en el 2011 ingresa en el Instituto Secular de las Hermanas de María de Schoenstatt, actualmente activa como asesora de la juventud Femenina de Schönstatt (MJF) en Suiza.

¿Qué experiencias te han formado como mujer?

Sobre todo, muchos encuentros con mujeres extraordinarias. Durante mi juventud, estas mujeres fueron las dirigentes mayores de la juventud femenina del movimiento. Con cierta facilidad, a la vez que con auténtica determinación, nos iban orientando según ciertos valores, que también a mí me entusiasmaban, y que además, dejaron una honda impresión en mí.
Hoy lo son sobre todo algunas co-hermanas, a través de las cuales puedo intuir quién y cómo es María. Lo que me ha marcado especialmente es sin duda el noviciado y el estilo de vida de nuestra comunidad en general, como también la riqueza interior de nuestra Familia. En ningún otro lugar he escuchado hablar tan hermosa y enaltecedoramente  sobre la mujer, como lo ha hecho nuestro fundador, el Padre José Kentenich.

¿Cuándo has experimentado a Dios en tu vida?

He tenido experiencias de Dios especiales; sobre todo hay dos, que he tenido en nuestra comunidad. Son experiencias de las que siempre saco nuevas fuerzas y que me regalan respuestas a muchas preguntas.
Pero lo que quiero mencionar aquí, es algo de lo que sólo lentamente me di cuenta al mirar hacia atrás: se trata de la alianza de amor. Aunque llevaba mucho tiempo en la juventud de Schoenstatt, no sellé la alianza de amor hasta mis 21 años. Fue el 18 de octubre de 2008. Visto desde fuera, todo fue muy poco llamativo;  por dentro, también. A veces pensamos, que en momentos así, tenemos que «sentir» mucho. Y eso no ocurrió. Sin embargo, algo nuevo y decisivo comenzó para mí a partir de ese día. Era como si, por arte de magia, mi vida adquiriera, a partir de ese momento una dirección. La alegría de la fe comenzó a crecer en mí; también, el anhelo por relaciones más profundas y de una tarea de vida más plena, con mayor sentido; hasta que un día me pregunté, si Dios me quería como Hermana de María. Estando en esa búsqueda interior, hice un “Auslandszeit” en Milwaukee (para las alemanas, un tiempo en Schoenstatt en el extranjero), donde no sólo conocí mejor a las Hermanas de María sino también a nuestro Padre y Fundador.
En el encuentro con él, me encontré con Dios. Por eso, me fascina conocer cada vez más sobre su vida, aunque una parte de ella permanezca indescifrable, misteriosa;  lo que produce en mí un mayor anhelo y crecimiento en Dios; al mismo tiempo, que la alegría de poder seguir los pasos del Padre Fundador.

¿Cuál crees que es el desafío para la mujer en el tiempo actual?

Este año, en Quarten, hubo una jornada para mujeres jóvenes y madres, con el tema «Estar presente en cada momento». Ahí se resume un gran anhelo. Es esto lo que queremos y lo que pertenece a la esencia de la mujer. En este contexto, el Padre Kentenich habla del  ideal de la mujer “ser toda alma, toda pureza y toda entrega».
Ser alma tiene que ver con la armonía y la plenitud interior, con un cierto equilibrio y soltura, para poder estar ahí para los demás. Las múltiples demandas que las mujeres tienen que enfrentar hoy, la presión por los altos rendimientos y la sobreabundancia de información del mundo digital; todo esto, en realidad, no propicia «ser toda alma». Existe el peligro de que funcionemos como máquinas, lo que contradice totalmente nuestro ser de mujer. Esto, realmente, es un enorme  desafío pero al que Schoenstatt puede responder; y aquí pienso en la espiritualidad de la filialidad o también de la alianza de amor con María; se trata de un contrapeso, que siempre vuelve a poner ante nuestros ojos la verdadera belleza del ‘ser mujer’. María es la mujer de la riqueza y grandeza interior, la que está enteramente para el otro, vive el momento y guarda todo en su corazón.
En mi opinión es esto exactamente lo que nuestro tiempo necesita: personas, mujeres que vivan desde dentro y posean una gran riqueza interior. Mujeres, que saben para quién lo son «todo», y a quién le pertenecen; y, en este sentido, es esencial ser sostenidas permanentemente por Dios.

¿Qué quieres cambiar a través de tu vida en este mundo?

Yo me he jugado la vida a una sola carta: Schoenstatt. Quiero vivir para una nueva primavera santa que amanezca desde el Santuario de Schoenstatt, especialmente a través de «nuevas mujeres». Y así como yo lo he experimentado, quiero mostrar a través de mi vida, quién y cómo es María – en ningún caso es una estatua empolvada, sino más bien una mujer para nuestro tiempo, que encarna nuestro más profundo anhelo y que puede y quiere ayudarnos, por la alianza de amor, a acercarnos a este hermoso ideal de mujer.