Nacida en 1955, ginecóloga, vive en Campinas/ SP-Brasil, pertenece a la Liga de Mujeres profesionales del movimiento de Schönstatt.
Una experiencia que marcó mi vida como mujer fue experimentar cada situación -siempre y todo a lo largo de mi vida- tanto profesional como familiar, desde la perspectiva de la mujer. Esta mirada femenina, sensible, comprensiva y llena de amor hacia la vida y las personas ha crecido en mí a través del ejemplo y las enseñanzas de mi madre y del silencio y la mirada de la Virgen. La mirada de nuestra querida Señora me ayuda a contemplar mi vida con María y como ella; así lo aprendí desde mi infancia. Es una experiencia que vale la pena tener, una experiencia que viene de Dios, una experiencia constante.
Tuve una rica experiencia plena de Dios en casa con mi familia, en nuestra iglesia doméstica. El primer lugar se trató de una evangelización mía y de mis hermanos a través de la vida diaria como familia, a través de la enseñanza de mis padres. Sí, aprendimos de sus palabras pero aún más de su ejemplo, de sus acciones, de su forma de valorar la vida y las personas, de su gratitud por todo y de ser capaces de descubrir a Dios detrás de todos los acontecimientos de la vida diaria. Mis padres nos enseñaron a atribuir nuestro éxito en los estudios, en el trabajo, en la vida personal, todo lo que sucede, no sólo a nuestros esfuerzos, sino siempre también a Dios que está activo en nuestras vidas. Nos enseñaron lo importante que es Dios en el cumplimiento de nuestras tareas diarias. Se trata de una interacción con Dios: «¡Nada sin ti, nada sin nosotros!»
Todo esto fortaleció nuestra fe. Cuando crecimos, estas enseñanzas de la vida práctica adquirieron mayores dimensiones basadas en la responsabilidad, recibidas y vividas con cierta facilidad ya que siempre las practicamos a lo largo de la historia de nuestras vidas. Fue una escuela de vida en la que maduramos y que nos formó de tal forma que nuestra vida se hizo sólida, como de una sola pieza. Esta riqueza de amor me acompana permanentemente. A Dios lo experimento de nuevo cada día en la entrega a mi familia, a la sociedad en general y como católica y médico.
El gran desafío para la mujer actual es que la educación de su familia esté firmemente fundada en el mensaje del Evangelio; vivir el evangelio en el trabajo, en la familia y en la sociedad; y esto, día a día.
Sueño con que a través de mis actividades diarias, la gente se dé cuenta lo importante que es hacer vida el evangelio con la ayuda de la Virgen, en los momentos alegres y difíciles, sin perder jamás la fe y la confianza en Jesús y María.
Desde el fondo de mi corazón deseo poder mostrar a la gente a través de mi vida diaria que este camino de amor vale la pena, que llena todo nuestro ser con una gran alegría interior y con la certeza de la salvación eterna, lo único realmente importante. Esto es posible porque tenemos una Madre que nos acompaña con una bondad, un amor y una comprensión incomparables en el camino hacia Jesús.