Nació el 22.1.1983 en Osijek / República de Croacia, casada, madre de dos hijos, estudió economía, trabaja en la corte judicial en Osijek, vive en Ivanovci, uno de los dos lugares donde hay Santuario de Schoenstatt en Croacia. Maja pertenece a la Rama de Familias junto con su marido Siniša, paticiparon de la Academia Familiar y están son miembros activos en el Movimiento de Schoenstatt croata.
Como mujer, siempre he intentado realizarme como persona. Con esto me refiero a ser lo que soy, para lo que Dios me creó: Para servir a Dios y a mi prójimo.
Me reconozco como mujer escuchando a los demás, percibiendo sus necesidades y mostrando compasión cuando la gente se encuentra atrapada «contra la pared» en su constante lucha por una vida más ordenada.
Como estuve buscando trabajo durante mucho tiempo, porque el sueldo de mi marido no es suficiente, recé y me encomendé a la Virgen María. Le prometí a Dios que difundiría su bondad y amor en el lugar de trabajo que Él elija para mí. Cuando conseguí el trabajo, supe que el Señor me había ayudado, no sólo porque me había dado este trabajo, sino también me dio la gracia de rezar por otras personas desconocidas, de consolarlas aquí y allá, de sonreírles. En realidad soy economista de profesión, pero trabajo como secretaria administrativa en el tribunal de justicia. Tengo que escribir todo lo que los clientes me dicen. El 90% de mis clientes son familias con dificultades, desde violencia doméstica hasta orden público y delitos de tráfico. Recopilamos hechos y pruebas que luego sirven de base para un veredicto. No es fácil, pero siento que fui elegida para hacer este trabajo. Rezo a menudo por estas personas, pidiendo a la Virgen que les ayude y tenga misericordia de ellas y puedan encontrar un camino que les conduzca a lo mejor. Antes de ir a trabajar, cada mañana empiezo rezando por la gente que vendrá a mi oficina en ese día. Veo esto como mi vocación. Trato de encontrarme con ellos todos los días con una actitud positiva. En cada persona que tengo que entrevistar, quiero encontrar al Jesús sufriente y regalarle el Jesús alegre a través de mi camino.
Como mujer puedo hacer muchas cosas hermosas para el Señor; por lo tanto, pido a Dios me fortalezca en esto y que Jesús me ayude para que no me canse de hacer el bien en toda circunstancia.
A menudo me sorprende que la gente se acerque a mí para hablarme porque sienten que los he entendido. Algunas personas incluso me dicen que han experimentado la paz a través de mí. Estoy convencida de que la Madre de Dios trabaja a través mío.
A una mujer mayor, por ejemplo, le volvió la sonrisa a la cara cuando entró en la sala del tribunal. Cuando terminó, preguntó por mí. Me dijo que no había dormido en toda la noche porque estaba muy agobiada por venir al tribunal, porque estaba avergonzada de lo que había hecho. Pero cuando entró en la sala, toda la carga se había ido, y sólo porque mi mirada irradiaba calor y mi voz la calmó. Y me pidió que siguiera siendo tan alegre. Cuando la mujer se fue, salí corriendo y lloré de alegría ante el Señor que me había elegido para dar algo de Él a esa persona. Sé, y lo siento claramente, que él y su madre trabajan a través mío diariamente.
En 2014 recé por conseguir un trabajo en el Santuario Original. Ahora he recibido exactamente este trabajo y al mismo tiempo tengo la tarea de ser luz.
Experimento al Dios vivo en la oración personal, en el silencio. Experimento la presencia de Dios en la oración familiar de la tarde, en la celebración de la Santa Misa, en la ayuda concreta cuando la necesito. En la vida cotidiana, en innumerables pequeños encuentros casuales, Dios viene a mí, me envía ciertas personas para formarme, para educarme.
Experimenté la presencia de Dios en mí, la certeza interior de que Dios me ama y se preocupa por mí y mi familia. Una mujer puede hacer todo, es fuerte y ha sido creada para grandes obras de Dios.
La gracia de la cercanía de Dios se me regaló rezando fervientemente con un corazón abierto, buscándolo amorosamente con todo mi ser en la oración. Descubrí cómo convertirme en una buena esposa y madre, hija y nuera, una buena trabajadora para Jesús.
Siempre lucho por ser como María, la veo como mi modelo en todo.
A través de mi incapacidad, en cada «caso» en mi trabajo, Dios me muestra que me ama; me enseña a ser amable con mi prójimo. Cada día aprendo y experimento más, quiero amar aún más.
Cuando rezo como mujer, me convierto en una fuerte compañera de mi marido. Mi oración abre su corazón y Dios trabaja entonces. Mi corazón está lleno de gran alegría y verdadera paz.
Dios me da señales maravillosas, llamándome constantemente a servir, especialmente en la familia y en el trabajo profesional.
Veo el mayor desafío para las mujeres de hoy en día en el cómo ser valientes, creyendo en sí mismas, en sus propias habilidades que se les ha regalado: para ser educadoras, para difundir la alegría. En resumen: ser como María. El desafío para una mujer hoy en día podría expresarse de esta manera:
«Pensar con amor, hablar desde el amor»; ver la belleza de la vida, ser digna, segura de sí misma; ser original. Amarse a sí misma porque estamos en este mundo para ser madres, para dar a luz y dar nueva vida.
Una mujer está en el mundo para ser fuerte, para crear algo: para amar, para rezar, para perdonar y para educar. Para mí personalmente, el desafío es estar siempre alegre; orgullosa de ser cristiana y de poder demostrarlo. Para mí también es un desafío permanecer fuerte y tranquila cuando me provocan sobre mi fe. Siento profundamente que en tales momentos, la otra persona también lucha por esta experiencia de amor que yo tengo a través de mi fe. Siento que la gente quiere hablar de ello, pero no sabe cómo. Su provocación parece como una máscara, y tengo que mirar a través de ella. El desafío es ser diferente de los demás y tener argumentos creíbles para lo que representamos y en lo que creemos.
Como un pequeño granito de arena en este mundo, creo que puedo contribuir a que las personas que me rodean vivan con esperanza; que se esfuercen por cambiar para mejor, que se dejen formar y educar. Si queremos cambiar algo, tenemos que estar completamente disponibles para ello. Con mi vida, mis actos de amor, quiero hacer que la gente se perdone, hacerles ver la belleza del perdón, hacer que este mundo conozca el amor, hacer que la gente se dé cuenta de que todos somos hijos amados de Dios y como tales aprendan a amarse de verdad. Jesús no nos dejó huérfanos, siempre está con nosotros. Nos ama. Nos perdona. Me siento llamada a transmitir todo lo que se me ha dado, a amar a mis «enemigos». Deseo con mi vida que los demás puedan conocer a Cristo, no desesperarse, ver la «luz al final del túnel», reconocer la «posibilidad» de abrazar su cruz y llevarla pacientemente. Quiero ayudar a todas las personas con las que me encuentre en el camino. Deseo que María y Jesús siempre hagan grandes obras a través de mi trabajo, a ellos les agradezco todo. Siempre quiero mirar a través de sus ojos, oír a través de sus oídos y ser un instrumento en sus manos para alcanzar el objetivo de mi vida como mujer.
Con mis pequeños pasos, pequeñas acciones y el poder que viene del Señor, creo que es posible construir un mundo en el que todos aprendamos a crecer y a sentirnos y experimentarnos como verdaderos hermanos y hermanas en Cristo.