Nacida en 1953, enfermera, casada, con dos hijos y cinco nietos, vive con su familia en McHenry, Illinois, EE.UU. Ella y su marido pertenecen al Instituto de Familias de Schoenstatt, donde han tenido varias tareas de responsabilidad a lo largo de los años.
Mis padres conocieron al Padre Kentenich y él se convirtió en el centro de sus vidas. No tengo ninguna duda que fue esto lo que me ha convertido en la mujer que soy hoy. A menudo pensamos, n que sin la influencia paternal del Padre Kentenich, la vida de mis padres (y por consiguiente mi vida y la vida de mis seis hermanos) sería ahora completamente diferente (y creemos que la diferencia no sería positiva). Su preocupación verdaderamente paternal y el regalo especial del Santuario Hogar -para el que nos preparó- me ayudó a dar forma a mi vida y me hizo convertirme en la mujer que soy.
Gran influencia en el desarrollo de mi ser mujer lo tuvieron mi madre y la de Mike, mujeres cuyas vidas fueron marcadas por el Padre Kentenich. Ambas participaron con nuestros padres en las «charlas de los lunes por la tarde» del Padre Kentenich.
Con franqueza y gratitud puedo decir que la presencia de la Divina Providencia, del Dios vivo y lleno de amor, ha sido desde siempre el «aire» que he podido respirar.
Y, esto creo que se debe a la experiencia de la verdadera cercanía de la Santísima Virgen y su Hijo, Jesús, que vivieron en nuestro hogar por medio de la gracia del Santuario Hogar (estamos muy agradecidos que fuera uno de los primeros Santuarios del Hogar en Milwaukee que nuestro Padre Fundador bendijera durante sus años de exilio).
En nuestro mundo actual hay muchos desafíos para la mujer. Me gustaría mencionar sólo tres, que considero los mayores desafíos para el futuro del mundo:
– El mundo de hoy exalta e idolatra a un individuo que es egocéntrico. Y una vida de servicio desinteresado, hoy en día se infravalorado totalmente. Es un gran y apasionante desafío para la mujer, mantener en alto en este tiempo, la imagen de María como la imagen de la feminidad. Sobre todo, responder «sí» como María, a la voluntad de amor de Dios y entregarse a esa voluntad por el bien de los demás.
– La confusión de género significa hoy en día un gran desafío: la singularidad dada por Dios al hombre y a la mujer , en gran medida ya no se reconoce. Creo que esta confusión ha sido alentada y fomentada por un falso feminismo. Algunas mujeres pensaban o piensan que para ser valoradas, la mujer debe ser como el hombre.
– El tercer gran desafío que veo hoy para muchos es la falta de comprensión por la maternidad; sobre todo, de la gran alegría y la tarea desafiante de la maternidad en la familia. Dar a luz un alma y darlo todo por amor a Dios conduciendo y educando a este ser querido, es una de las mayores tareas de todos los tiempos! Igualmente importante es la maternidad espiritual – abrirme yo misma y estar receptiva a conducir un alma hacia el hogar del Cielo.
En la «Escuela de Milwaukee» el Padre Kentenich dio, hace más de 60 años, respuestas y soluciones a los desafíos de nuestro mundo de hoy. Lo hizo a lo largo de diez años en sus «Charlas del Lunes por la Tarde» dadas semanalmente durante su exilio.
Los que tuvieron la dicha de estar presentes en esos momentos de educación, pudieron descubrir con el corazón y entender con su mente, el ideal del hombre y la mujer; y, al descubrir la riqueza del ideal de la Familia de Nazaret, esforzarse por encarnarlo.
Rezo y espero poder traer un poco de luz y alegría a este mundo, que se va hundiendo cada vez más en la oscuridad y la desesperanza.
A través de mi vida y mi ser de mujer quisiera hacer tangible, si me es posible, la realidad y el amor de Dios, de que está realmente aquí y cerca de cada uno de nosotros, pendiente de todo lo que necesitamos,… entonces, yo creo, habré logrado un cambio valioso, allí donde vivo.
Rezo para poder vivir sumergida en esta gran realidad de la fe en la Divina Providencia, en la que tan profundamente sumergido vivió el Padre Kentenich durante toda su vida. Y precisamente durante los largos 14 años de su exilio, en los que el Padre tanto sufrió (aun cuando nunca nos dimos cuenta de este sufrimiento) refleja, con el ejemplo de su alegría y amor paternal, esta fe. Si me resultara vivir de su ejemplo en mi vida cotidiana, creo que podría influir en la vida de todos aquellos con los que vivo y viviré; esto tendría un efecto en nuestro mundo de hoy, aunque sea muy pequeño.