María Guadalupe

40 años; Economista; Argentina
Instituto Nuestra Señora de Schoenstatt

¿Qué experiencias la han formado como mujer?

Sin duda una experiencia que influyó significativamente en mi formación como mujer fue mi paso por la Juventud Femenina, durante mis años de universidad. Ahí pude descubrir la grandeza del ideal de mujer según la imagen de María, como esa mujer “fuerte y digna, sencilla y bondadosa”, que dio su sí al plan de Dios y nuestro llamado a ser “pequeñas Marías” para el mundo. Más adelante, descubrí otra dimensión de este gran ideal, que es la misión de María como compañera y colaboradora de Cristo, lo cual me permitió comprender en una mayor profundidad el ideal de María para el mundo de hoy. Pero no fueron sólo los grandes ideales los que me marcaron, sino que también puedo reconocer en mi vida muchas mujeres que Dios puso en mi camino, que con su ser y con su vida concreta fueron también reflejo de esos ideales. En ese sentido podría mencionar mujeres de mi familia, de Schoenstatt, de mi comunidad, como así también mujeres de mi entorno laboral y social, que de alguna manera también reflejaron para mí esos rasgos marianos, aunque no siempre en forma consciente, sino simplemente a través de su ser fieles a su propio ser mujer.

¿En qué puntos de su vida ha experimentado a Dios?

Dios ha estado siempre presente en mi vida, crecí en una familia schoenstatteana y desde mi infancia Dios y la Mater han formado parte de mi cotidianeidad. Sin embargo, algo que me marcó profundamente fue la conciencia de que Dios tenía un plan para mi vida, un plan de amor, pensado desde toda la eternidad… y en ese sentido puedo identificar momentos de mi vida donde Dios se manifestó en forma muy personal, como por ejemplo en mi decisión vocacional u otras grandes decisiones de mi vida, que fueron marcando ese rumbo querido por Dios. Por otra parte, algo que aprendí en Schoenstatt es que ese Dios de la vida, no sólo se hace presente en las grandes decisiones sino que también se lo puede reconocer en las pequeñas cosas de cada día, en las personas, en las distintas situaciones, en las alegrías y en las dificultades… y eso especialmente importante cuando uno vive en medio del mundo… poder vivir en el mundo, pero en esa presencia permanente de Dios, aprender a buscarlo, descubrirlo… y en eso María, a través de la Alianza de Amor, ha sido y es mi gran educadora, ya que es algo que no se aprende de una vez para siempre, sino que uno va creciendo, afinando los sentidos… aprendiendo a vivir en ese diálogo con Él, en forma distinta en cada etapa de la vida. 

¿Cuál es el desafío que ve para las mujeres hoy en día?

Hoy las mujeres tenemos una inserción mucho mayor en la vida pública que hace unos años, particularmente en el mundo laboral, incluyendo el ámbito económico y político, lo cual plantea grandes desafíos. Además de los desafíos prácticos de conciliar la vida laboral y familiar, creo que un gran desafío que tenemos las mujeres por delante es regalar al mundo los valores que se reconocen como propios de la mujer. Muchas veces las mujeres hemos tenido la necesidad de renunciar a la propia originalidad para demostrar que podemos, para ser respetadas y tratadas equitativamente en un mundo marcado por valores masculinos. Creo que como mujeres deberíamos ser más conscientes de nuestro propio valor y de nuestra contribución en cada ámbito desde nuestro ser mujer, y eso puede ser justamente una de las claves para hacer un mundo más humano, más equilibrado, porque no se trata de desterrar lo masculino sino de complementarse, dando lugar también a lo propiamente femenino que hoy falta en tantos ámbitos. Así, por ejemplo, en el mundo económico, el Papa Francisco ha convocado a los jóvenes a trabajar por una economía con “alma” y una de las líneas de trabajo está orientada justamente a profundizar en lo que la mujer puede aportar a la economía desde su ser mujer, desde su mirada, sus preocupaciones, sus capacidades. Creo que en ese sentido tenemos mucho por hacer, no sólo insertarnos porque tenemos un derecho a hacerlo sino porque tenemos la misión de infundir “alma” al mundo desde nuestro ser mujer, desde eso más propio que Dios nos regaló.

¿Qué desea cambiar a través de su vida en este mundo?

Quisiera poder transmitir con mi vida todo este mundo que me fue regalado, lo que significa vivir en ese vínculo con Dios y con la Mater en la Alianza… y a través de mi vida consagrada en medio del mundo, poder hacer presente esa realidad especialmente en aquellos lugares en los que más ausencia de Dios hay. A través de mi profesión me toca estar en contacto con un ámbito muy alejado de Dios y por eso necesitado de “alma”… en ese sentido quisiera poder contribuir a ese dar “alma” a todos los ámbitos donde Dios me lleve a vivir mi ser mujer y mi consagración en medio del mundo y con ello contribuir al desarrollo de un mundo más humano, más justo, entendiendo que esa humanización en su sentido más pleno está íntimamente unida a la presencia de Dios en el mundo y que nosotras como mujeres tenemos mucho que ofrecer.