Nacida en 1992, profesión: diseñadora digital, vive en Mairiporã/Sp – Brasil, pertenece al Movimiento de chicas y jóvenes de Schoenstatt
Soy la mayor de cinco hermanas. Esto es un regalo para mí, porque me permite vivir diariamente con mujeres originales que me inspiran. Además, tengo un maravilloso modelo a seguir en casa: mi madre, que con el amor y cuidado de su familia, ejemplifica los verdaderos valores de una mujer.
La primera experiencia que me marcó fue el ballet. Lo comencé ya de niña y lo practiqué durante 13 años. El ballet me ayudó a concebir el ser mujer como algo que regala sensibilidad y despertó en mí una delicadeza y ternura que aún hoy son parte de mí.
En la primera facultad a la que asistí, yo era la única mujer, por lo que tuve que ganarme el respeto en todas las situaciones. Estas experiencias me dieron la fuerza y el coraje para cambiar de facultad y elegir una que realmente calzara conmigo: el diseño.
Como diseñadora, he tenido experiencias que han moldeado mi vida como mujer. Es un campo de trabajo con gente «alternativa», es decir, con diferentes tipos y estilos de personas. Esto me obliga a consolidar mis principios y también a aplicarlos a mí misma, a generar una actitud, y esto, día a día. En mi ropa, en mi forma de hablar, en mi posicionamiento e incluso en mis creaciones profesionales puedo expresar mi feminidad.
Además, a esto hay que añadirle todas las experiencias que he tenido hasta hoy en la Juventud de Schoenstatt. Yo pertenezco al Movimiento de Schoenstatt desde que fui niña. Fue tan maravilloso que mis padres, mis hermanas y primos también entraran en el Movimiento de Schoenstatt poco después; y pude ser para ellos el instrumento en las manos de Dios. En Schoenstatt aprendí a educarme para ser una mujer así como Dios la quiso, y como dirigente también puedo dirigir a niñas y mujeres. Es un gran regalo ser un instrumento en las manos de Dios para guiar a otras mujeres.
Nací en una familia católica, por lo que Dios estuvo presente en mi vida desde muy joven. Tuve varias experiencias significativas, pero una de ellas cambió mi vida: fui elegida para participar en la » Schoenstatt Zeit» que transcurre en el lugar de origen de Schoenstatt en Alemania. Me enteré un mes antes de que este programa comenzara porque otra chica renunció a ir. Vi que Dios se había ocupado de todo: antes de recibir esta invitación, había ahorrado dinero para la realización de algún sueño mío, sin saber cuál sería ese sueño; también había obtenido ya un pasaporte sin tener una razón para ello – en ese momento estaba muy descontenta con mi trabajo. Para mí, cada uno de estos hechos fue una señal del amor de Dios. Fue el mayor regalo de mi vida estar en Schoenstatt durante dos meses. Allí pude redescubrir mis valores personales, encontrarme conmigo misma y darme cuenta que he sido elegida para ser una hija predilecta de Dios. Allí me sentí amada por El desde la mañana hasta la noche. Renovada y preparada para luchar por mi misión personal, regresé a Brasil.
El mayor desafío de hoy es «ser mujer». Estamos rodeados por una sociedad egoísta y machista, lejos de Dios, y siempre de nuevo, también por mujeres esclavizadas por la belleza, carentes de sentido en sus vidas, rodeadas de violencia, que no tienen vínculos con nadie ( ya no tienen el deseo de crear una familia sólida). Vivimos diariamente con mujeres que no quieren apoyarse mutuamente y que quieren ser iguales a los hombres (y así pierden su propio ser, su sustancia). Además, está la presión que se nos impone de ser «super-mujeres» (que tienen que lidiar con la casa, la familia, el trabajo y mucho más). Todo esto causa estrés mental y físico en nosotras.
A través de mi ejemplo diario quiero recuperar la esencia de ese ser mujer, como lo experimento en María. Quiero ser una «pequeña María», decir mi sí a los planes de Dios y hacerlo con amor. Quiero cambiar el mundo cambiando un poco, a través de mi ejemplo, la vida de los que me rodean.