61 años; Pintora y teóloga; España;
Instituto Secular Nuestra Señora de Schoenstatt
Sin duda alguna la fe de mis padres y la fortaleza de carácter de mi madre, han tenido una fuerte influencia en mi como mujer. Pero también la amistad con otras mujeres, su cariño y entrega, el aprecio por lo bello y el sentido religioso en ellas, han sido decisivas para mi desarrollo como mujer y en mi vocación consagrada de vida consagrada.
Por otra parte, todo el tiempo que pude dedicar a la pintura, ya sea en España, donde fui a la universidad y trabajé en el campo artístico y cultural durante varios años, o en Bélgica, donde hice estudios de postgrado, fueron períodos claros de desarrollo personal y profesional. También tuve la oportunidad de estudiar Ciencias Religiosas y trabajar durante casi cuatro años en una organización de ayuda en varios campos sociales, complementando una visión un tanto estética de las realidades humanas.
En mi familia se vivía naturalmente el ambiente religioso, Ello tenía una continuidad en el colegio católico de misa diaria donde estudiábamos. Sin embargo, la primera experiencia “personal” de Dios llegó a la edad de 10 años a través de una enfermedad que me aisló del mundo familiar y social durante 5 años. Durante ese tiempo, tuve que desarrollar una creatividad particular, que cristalizó en el amor a la naturaleza, al arte. En todo buscaba entretenimiento y….compañía. La encontré en la pintura, en la música clásica y en no poca mediad en la oración. En aquellos años desarrollé también una gran afición por la lectura. En las biografías de algunos santos, encontré modelos de vida que me inducían aspirar a algo grande y bello. Finalmente a los 34 años, después de 2 largos noviazgos y el encuentro con una mujer genial, encontré en Schoenstatt,mi vocación y la belleza que siempre buscaba
En medio de tanta confusión, con el gran abanico de posibilidades que brinda la “liberación” de la mujer y más aún la liberación del género, ser mujer en nuestra actual cultura es un trabajo arduo. Al menos según la cultura y antropología cristiana.
Creo que el principal desafío hoy es sanar y cultivar la raíz filial. Solo a partir de saberse profunda e incondicionalmente amada -en última instancia por un Dios que es Padre y es bueno-, será posible crecer en la necesaria libertad para decidir y atreverse a ser hija y ser mujer según su ser propio. Así entonces entregarse según su vocación, con todo el potencial y dones que le brinda su naturaleza particular: en la familia, en el trabajo, en la vida social y en la Iglesia… y con ello hacer de este mundo un hogar, un lugar más bello para vivir, un puente al cielo.
Creo en la existencia de un Dios Amor, que se regala por completo a cada uno de sus hijos que llama a la existencia. Deseo ser testigo fiel de esta verdad en la que creo entregando mi vida en una familia espiritual, en una comunidad sin muros externos que me envía a ser fermento de vida cristiana para aquella parcela de mundo que me fue confiada. A partir del Santuario, según mi vocación secular y consagrada, puedo ayudar a otros a recorrer el camino dela vida hacia la casa del Padre de la mano de María, Madre de la Alianza. Ella me inspira para ser en las calles del mundo, y en particular para cada mujer, lugar de encuentro profundo con ese Dios, que es la Verdad, Bondad y Belleza de la plenitud de vida a la todos que estamos llamados.