Nacida en Chile, 52 años, casada, cuatro hijos (20-27 años). Estudió lengua y literatura alemana en la Universidad Católica de Chile – formación de profesores para la asignatura de alemán. Ha vivido en Alemania desde los 24 años. Aquí completó su formación de maestra en Münster con la combinación de asignaturas Español y Pedagogía. Desde hace 7 años trabaja como profesora de secundaria en un instituto de Münster. Con su esposo son miembros del Instituto de Familias de Schoenstatt.
Lo que me ha marcado como mujer en mi vida ha sido el respeto con el que me han educado mis padres, su ejemplo como personas y su creencia en que yo puedo lograr lo que quiero, si me lo propongo. Me ha marcado sin duda la fe en Dios, crecer con la convicción que Él me quiere, me acompaña y me guia en toda mi vida. El sentir el amor de mi esposo me ha marcado también profundamente y el poder llegar a ser madre y acompañar el crecimiento y el desarrollo de nuestros cuatro hijos. Me ha marcado el dolor, en los años de enfermedad de mi esposo, el sentir a Dios y a la Mater inmensamente cerca en momentos de estar al borde de no saber como puede seguir la propia vida. El darme cuenta de lo que uno es capaz de hacer, por amor.
A Dios lo he podido experimentar en la fascinación de una comunidad de jóvenes en torno a la oración y el canto. En los trabajos de carácter social. Cada nuevo día que abro mi corazón a la grandeza y cercanía de Dios por la mañana vuelvo a tener un encuentro con Él.
Cada vez que uno se da con toda el alma y el corazón a los demás siento a Dios cerca y siento su amor. También he sentido una experiencia sobrenatural en torno a la cruz, al dolor, allí donde todo se pone a prueba, Dios y la Mater han estado a mi lado y no me han dejado sola.
Desde mi punto de vista, el desafío de la mujer hoy es el conocerse y aceptarse como mujer, como uno es, y no en comparación con el hombre. Es una tarea el saber muy bien cuáles son mis fortalezas, mis recursos con los que me puedo desarrollar y con los que puedo ser un aporte especial, descubrir la misión que cada una tiene. Estoy convencida que hay que luchar para que muchas mujeres en el mundo puedan alcanzar la dignidad, de la que muchas hemos gozado desde el nacimiento. La esencia es ser reflexiva y pensar lo que cada una desde el fondo de su corazón, desde sus cualidades quiera alcanzar y no el ser mujer masa y decidir por lo que “se cree” que la mujer debe ser y hacer en este siglo XXI.
No sé realmente si en este mundo pueda yo cambiar algo. Lo que yo sí quiero, es entregarme al cien por ciento como soy a los demás, con todo lo que soy, especialmente con mi fascinación de formar con mi marido una familia, de llevar a Dios en mi corazón, en mi sonrisa, en un gesto a los demás. Si esto cambia algo en el mundo, eso queda a juicio de Dios.