55 años; Gerente de Proyectos/Trabajadora Social; República Democrática del Congo
Señoras de Schoenstatt
En mi profesión, Dios me pone en contacto con diversos grupos de mujeres, especialmente con las más débiles: mujeres con discapacidad, mujeres ancianas, viudas y huérfanas. Aunque soy su mentora, aprendo mucho de ellas y agradezco a Dios por lo que ellas hacen por la vida de nuestra Iglesia del lugar.
Aquí desearía relatar mi experiencia con unas 900 mujeres, que están organizadas en 75 grupos de solidaridad. A pesar de las difíciles condiciones socioeconómicas, han comprendido que cada una de ellas tiene algo que aportar para la construcción de la Iglesia, la familia de Dios. Me conmueve especialmente el trabajo voluntario que estas mujeres realizan entre los enfermos de sus comunidades de base. Se organizan entre ellas mismas para visitar enfermos y para acompañar a los moribundos. También los preparan para los sacramentos y les llevan la comunión a los enfermos.
Tal como Marta y María en la cercanía de Jesús, su Maestro, estas mujeres sienten un impulso interior muy fuerte por ayudar. Su disposición para servir llega tan lejos, que incluso se olvidan de que su salud no es inquebrantable. Sí, el amor quita el miedo. Esta es una gracia especial que Dios nos concede a nosotras, las mujeres.
Cuando en 1994 discutía en un bus con alguien a quien no conocía, sobre la vocación de la mujer en la Iglesia, un pasajero del mismo bus me contó acerca del Movimiento de Schoenstatt y que este me ayudaría a comprender más sobre la vocación de la mujer. Además me entregó un librito que tenía como título: “Novena con el P. Kentenich”. Al bajarme del bus, me dijo que él mismo no conocía mucho sobre este Movimiento, pero que había sido muy edificante para él leer algunos libros de dicho Movimiento, donde se presenta muy bien la imagen de la mujer mariana y sacerdotal. Finalmente se presentó y dijo que era sacerdote diocesano.
En este viaje tuve una experiencia personal con el fundador del Movimiento de Schoenstatt a través de las oraciones de la novena del librito. Para comprender mejor la riqueza de las oraciones de esta novena, en lugar de nueve días, las medité y recé durante nueve semanas. Aún no sabía que este sería el comienzo de mi camino espiritual en el Movimiento de Schoenstatt y que, por la gracia de Dios, un día pertenecería a las Señoras de Schoenstatt. Me alegra poder compartir esta experiencia de un encuentro personal con Dios a través de su servidor, el P. José Kentenich.
1. Por mi experiencia profesional con mujeres en mi país sé que las mujeres, sobre todo en las zonas rurales, pueden convertirse ellas mismas en obstáculo para su desarrollo, si están bajo la influencia de la tradición y de costumbres habituales, las cuales aún relegan a las mujeres a un segundo plano. De aquí surge la necesidad de promover una educación de las mujeres basada en valores cristianos.
2. La Iglesia en África reconoce el poderoso papel de la mujer. Pero ellas no están presentes en el proceso de toma de decisiones.
3. Por mi experiencia con niños huérfanos he aprendido que ellos tienen un muy buen recuerdo de sus madres, y que se atienen firmemente a lo que aprendieron de ellas. Por lo que el gran desafío es: “La vida nace de la mujer y su tarea consiste en transmitir aquellas semillas que nadie puede robar”.
Mi lucha por la mujer consiste en colaborar por un desarrollo integrador, que descansa en tres pilares: participación, no discriminación y acceso a la información. De aquí surge la necesidad de incorporar en nuestro apostolado la alfabetización de las mujeres, la capacitación de mujeres para posiciones de liderazgo y la educación moral e intelectual de las jóvenes. Al mismo tiempo, hay que apoyar los proyectos de desarrollo que integran a mujeres vulnerables.