Rita Busch

77 años; experta comercial mayorista, cuidadora de familias, administradora de casas; Alemania
Señoras de Schoenstatt

¿Qué experiencias me han marcado como mujer?

Nuestra vida familiar. Crecí junto a cuatro hermanaos. Mi primera experiencia dolorosa fue la muerte de mi hermano pequeño que nació después de mi y murió siendo aún niño. Me hubiera gustado  tener una hermana. En mi vida he tenido muchas amigas. Ellas me fortalecieron en mi feminidad. Al mismo tiempo experimenté el crecimiento de mis hermanos, una familia católica practicante y padres cariñosos.

A través de mi participación en la Juventud de Schoenstatt estuve rodeada de jóvenes mujeres con necesidades y problemas. ¿Cómo regalarles apoyo y seguridad? Estaba limitada. El conducirlas a Dios y a la Santísima Virgen dio sus frutos.

Mi madre enfermó. Siendo una joven, tuve que asumir una gran parte de la casa, además de mi trabajo profesional. Cuando más tarde cambié de profesión y me convertí en cuidadora de familias, experimenté más aún lo importante que es una buena madre para un desarrollo sano de los hijos. ¡Incluso el del padre! La ausencia del padre era dolorosa para los hijos y también para la esposa y madre. El contacto con familias me marcó fuertemente como mujer. Muy especialmente como suplente de la madre. “¿Por qué no tienes hijos?” era una pregunta recurrente en los niños. Yo respondía: entonces no los podría haber ayudado. Esto los convencía.

Como joven de 23 años me consagré a Dios en el Instituto Secular Nuestra Señora de Schoenstatt. Quería vivir como profesional en el mundo, cercana a las personas. La fuerza interior la regala Dios y nuestra familia espiritual. María es nuestra Madre, modelo de mi ser como mujer. Me marcaron mis encuentros personales con el fundador de nuestra Familia de Schoenstatt internacional. Se fortaleció la apertura filial para Dios. Así pude dar mi sí a los 11 años y medio de servicio en mi comunidad, en la casa madre y central como también en nuestra casa de reposo en el Monte Regina. Ser corazón y hogar para nuestra comunidad fue un importante servicio junto a todas las actividades o a través de todo.

Mi trabajo y mi vida en Holanda se convirtió para mi en una aventura especial. Allí también pude tener experiencias que me marcaron como mujer. Como “anfitriona” (encargada de la administración doméstica) ayudé a crear un nuevo centro de pastoral familiar. Nuestro grupo se entendía a sí mismo como “principio femenino de la casa2 y así actuaba. Mi auto estuvo detenido dos días frente a la casa. Durante este tiempo un mirlo construyó un  nido en el eje delantero. Tomé este nido y lo llevé a mi oficina. Era para mi un signo de mi tarea y de nuestra tarea común.

Me han marcado actividades de trabajo voluntario:

– Colaboración en la Asociación para la Protección de la Vida no Nacida (VBOK).

– Encuentros con madres solteras (a veces también junto con sus hijos)

– Encuentro con madres y sus hijos pequeños

– 15 años como Directora del Apostolado de Schoenstatt para enfermos, en la Diócesis de Würzburg y colaboración en la Central.

¿Dónde he experimentado a Dios en mi vida?

A los 16 años vine por primera vez a Schoenstatt con una peregrinación juvenil. Camino a la Capillita me dijo una joven “con experiencia”: “La Santísima Virgen te mira personalmente”. Esta experiencia se quedó grabada en mi hasta hoy: su amor es para mi, personalmente.

Todo mi camino de vida se ha convertido en una gran vivencia de la cercanía y conducción divinas.

Por cinco años trabajé como experta comercial mayorista. Entonces me quedó claro que mejor debía ejercer una profesión social. Escogí la profesión de cuidadora de familias. ¿Por qué? Como familia todos hacemos alguna vez la experiencia de estar sin el cuidado y la entrega de la madre cuando ella se enferma. Entonces estudié en la Escuela de Cuidado de Familias en Munich. Una compañera de estudios era de Munich y conocía el Centro Schoenstattiano de esa ciudad y se asombró de que yo también participara en la Juventud de Schoenstatt. La Mater me saludó en la imagen de gracias que estaba sobre la mesa y siguió siendo mi compañera fiel En las familias siempre he experimentado la protección de Dios para los niños que me han sido confiados. Cuando íbamos a buscar a una niña que simplemente había ido a comprar con la vecina, me sentía aliviada cuando regresaba a salvo, etc.

Mo camino en Holanda fue una aventura con Dios. La oscuridad también fue parte de ello. Paso a paso me regaló luz y nuevos conocimientos. Durante un tiempo de cesantía temporal se preocupó de que yo recibiera apoyo en Aquisgrán y pude estudiar en un laboratorio de idioma holandés. – Dios me ha dado buenas colaboradoras. Familias, sacerdotes, diáconos y todos los invitados venían con gusto. Después de un tiempo de florecimiento, vino un tiempo de crisis.

El cierre del Centro fue muy doloroso para todos quienes participaban en él. Este esfuerzo lo puse en las manos de Dios. Resultaba natural volver a Alemania, pues mi madre viuda necesitaba mi ayuda. – Sin problema conseguí un nuevo trabajo como administradora de casa y pude vivir con mi madre. Cuando más tarde nuevamente buscaba trabajo, experimenté la preocupación de Dios y pude trabajar hasta jubilar en un centro de formación recientemente abierto. El trabajos con personas mayores resultó bien con la ayuda de Dios.

¿Qué veo como desafíos para las mujeres de hoy?

Vivir una verdadera maternidad y siempre servir a la vida. Lograr esta actitud también en la educación y transmitirla con alegría.

La disposición a vivir hoy en contra de la corriente del tiempo: el tiempo que una madre regala a sus hijos es el servicio más importante para nuestra sociedad y para nuestro futuro. Especialmente durante los tres primeros años de vida. Conocer o estudiar el desarrollo infantil en este período para poder dar lo que los niños necesitan, es todo un proceso.

Cultivar la modestia, ya que el servicio de las madres es más valioso que ganar dinero en una actividad profesional. Las familias debieran recibir más apoyo y reconocimiento por su dedicación. Es importante que los padres, que los maridos acompañen este proceso.

Se necesita una comunidad de personas con ideas afines para recorrer este camino y una fuerte convicción de que esto va en beneficio de los niños y de la sociedad.

Una mujer solo es feliz cuando se regala completamente. ¿Dónde existe hoy la posibilidad de hacer esta experiencia? – Vivir desde la fe en Dios y recibir de ÉL la fuerza; así es como las mujeres y los padres pueden recorrer este camino.

¿Qué deseo cambiar en este mundo a través de mi vida?

Estar agradecida de Dios por mi vida, por cada vida humana.

Quiero colaborar al éxito de la vida humana así como Dios, nuestro Creador, nos pensó: “Como hombre y mujer los creó”. En alianza con Dios y con la Santísima Virgen me esfuerzo por permanecer abierta cuando y donde Dios me llame para entregarme con amor maternal. La apertura a la vida la aprendo de la Santísima Virgen.

Como persona de la tercera edad quiero contribuir al respeto ante cada vida humana, sobre todo ante las personas mayores débiles y necesitadas de protección. Cada persona es un hijo de Dios. En cada persona me sale al encuentro Dios y me invita a regalar ánimo, tiempo, cuidado y amor.

Todo lo que se da debe ser recibido antes de ÉL en los momentos de silencio y oración. Ahora ha llegado para mi el tiempo de anhelar, más por la oración y por aquello que me toca vivir, que el mundo y con él las personas regresen a Dios, que las personas autónomas y alejadas de Dios regresen a la creación y a ser hijos de Dios. Tal como Jesús, el amado Hijo del Padre ha llevado todo y a todos a casa con Él, a la perfección, a través de su redención.