Vicky Martins

Nació en 1971 en Buenos Aires, Argentina; se graduó de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba con el título de Profesora Superior de Lengua y Literatura Inglesa; Maestría en educación internacional y políticas educativas en la Universidad de Harvard; inmigró a Ottawa, Canadá en el 2004; ahora trabaja en el gobierno federal de Canadá como analista de políticas públicas en el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Social

¿Qué experiencias la han formado como mujer?

He sido muy afortunada en mi vida porque siempre he tenido excelentes modelos de mujer alrededor. Mujeres fuertes, con gran capacidad de amar y dedicadas en sus respectivas vocaciones. Ellas han dado forma a la mujer que soy hoy. En el centro de todas ellas está mi madre cuya prioridad número uno siempre ha sido su familia. Hoy a los 88 años sigue siendo el centro en la vida de muchos, empezando por sus 6 hijos, 13 nietos y su muy extensa red de familia y amigos. Con gran facilidad podría agregar a mis abuelas, a mi hermana y a muchas otras mujeres a quienes he tenido la suerte de encontrar a lo largo de mi vida, en mis años escolares, en la universidad y luego como profesional. Mis padres nos han inculcado valores muy claros que honran el respeto, la integridad y el amor a los demás. Estos valores no eran solamente palabras para ellos sino acciones que vivían a diario. Cuando me encontré con Schoesntatt, bastante temprano en mi vida, tenía solo 8 años, fui viendo que muchos aspectos que el movimiento busca modelar y desarrollar en sus miembros me resultaron muy familiares. No me fue difícil identificar a María como mi compañera de ruta y aliada para la vida. Ya había experimentado su amor en tantas oportunidades que traerla conmigo a los distintos ambientes en los que me movía resultaba lo más normal del mundo. Fui educada con toda la libertad para elegir el camino que quise seguir en cada etapa de mi vida. No me cabe la menor duda que ayudó ser la más chica de la familia y también tener una personalidad un tanto ‘determinada’.

¿En qué puntos de su vida ha experimentado a Dios?

Afortunadamente puedo decir que he experimentado a un Dios personal en varias etapas de mi vida y desde pequeña. También he experimentado a un Dios que por momentos decidió esconderse o que parecía ausente o distraído. A pesar de no poder negar que su presencia es constante, a veces los dos jugamos a las escondidas. Tampoco puedo negar que siempre me he sentido una de Sus hijas predilectas. Esa fue la manera en la que siempre sentí se dispusieron las cosas.

Todas las decisiones importantes de vida fueron pensadas detenidamente, reflexionadas y rezadas. En esos momentos claves me sentí escuchada y a menudo recibía señales importantes que contribuían a decidir una u otra cosa. Las señales a veces venían en la forma de conversaciones con personas importantes en mi vida, cosas que leía, o de la mano de personas que me encontraba ‘inesperadamente’. También es cierto que en esos momentos a Dios no lo soltaba ni por un momento y a veces hasta le exigía que se manifestara claramente. En realidad, esa es la relación que siempre hemos tenido.

¿Cuál es el desafío que ve para las mujeres hoy en día?

A las mujeres se les exige ser todo para todos en todas las etapas de sus vidas. A veces, estas demandas son impuestas por ellas mismas para ser aceptadas o respetadas; otras veces impuestas por la sociedad o por sus entornos inmediatos. La realidad es que cuando uno trata de cubrir tantas bases al mismo tiempo, algunas sufren. Es imposible mantener la calidad en todos los frentes. Algo va a salir perdiendo. A menudo, en este tiempo que vivimos, es la familia, los niños y la salud de las mujeres. Muchas mujeres se encuentras muy exigidas entre lo que la sociedad les exige y lo que a ellas mismas les gustaría hacer y lograr. 

¿Qué desea cambiar a través de su vida en este mundo?

El mundo necesita más entendimiento, más compasión, más brazos dispuestos a abrazar y menos personas que pasen juicio. Estas cualidades se manifiestan de manera natural en las mujeres. Las mujeres somos más capaces de experimentar empatía. Las mesas de decisiones en todos los sectores de la sociedad necesitan tener más mujeres aportando sus características únicas y su capacidad innata para la resolución de problemas. Desde muy joven me propuse vivir de esta manera. He aprovechado cuanta oportunidad tuve para aportar la voz de la mujer y de aquellos menos escuchados en las mesas de decisiones. Lo hice como alumna universitaria, como profesional joven en Argentina y ahora en Canadá, en el sector público, privado, no gubernamental y en el mundo de la política. Y hoy como analista de políticas públicas en el gobierno federal de Canadá.